lunes, 24 de junio de 2013

UN PASEO HISTORICO







 
EL DIA DE SAN JUAN Y
LA PAMPA DE AMANCAES
 
El 24 de junio, día de San Juan Bautista la población de Lima se volcaba a la pampa de Amancaes ubicada en el distrito del Rimac.

Para llegar a este lugar debíamos cruzar la alameda de los descalzos y seguir el “camino de Amancaes”, senda polvorosa que empezaba a un lado del Convento de los Descalzos.

Allí se encuentra hasta la actualidad la capilla de San Juan Bautista de Amancaes, templo construido en 1650. Cuenta la leyenda que una niña indígena llamada Rosario que iba siempre a dejar leche al templo de los dominicos se encontró con un viajero, otras versiones dicen que fue el mismo Cristo y le entregó una carta dirigida al Prior de los dominicos. En esta misiva le ordenaba que construyeran un templo en el lugar donde se encuentre grabada la imagen de Jesucristo.

Para corroborar esta promesa, el prior fue hacia Amancaes donde encontró la piedra con la imagen de Jesucristo.

Así se inició la peregrinación colonial a Amancaes, ésta era una pampa elevada ubicada detrás de los cerros del Rímac.

Cronistas de Lima como Bernabé Cobo y Juan Antonio Suardo hablaron de este lugar. Los viajeros republicanos Max Radiguet, Botmiliau, Tschudi estuvieron allí. Las plumas de Manuel Ascencio Segura, Carlos Augusto Salaverry y Abelardo Gamarra “el Tunante” trazaron una visión romántica y costumbrista de este lugar.

Cómo olvidar las acuarelas de Pancho Fierro o las pinturas de Rugendas donde se aprecia a los personajes de la elite y el pueblo en el camino de Amancaes con sus flores amarillas adornando sus sombreros y vestidos. Todo esto, nos forma una idea de lo que fue esta festividad. Sin embargo, hay más que ver en este acontecimiento.

Durante la fiesta de Amancaes, muchos limeños iban a la pampa donde crecía la flor de amancae (Hymenocallis amancaaes) lirio amarillo que florece durante los meses de invierno gracias a la humedad de las lomas.

Iban a caballo, carretas y a pie. En ese lugar comían, bailaban y jaraneaban. Se escuchaba la música popular, se realizaban carreras de caballos, peleas de gallos, etc.

Con el tiempo, comenzaron a llegar en bicicleta y en automóvil. Las costumbres fueron cambiando, la peregrinación religiosa se convirtió en una fiesta profana, donde los enamorados iban a recoger la flor de Amancae que florecía en esas fechas, algunos pasaban varios días allí bailando y brindando. La pampa se convirtió en un gran festival gastronómico donde las vivanderas vendían los más deliciosos potajes.
Reviviendo la vieja fiestaLa fiesta de Amancaes entró en decadencia a fines del siglo XIX, para inicios del siglo XX era poco concurrida. Fue en 1913 que un grupo de agricultores de la zona comenzó a resucitar la fiesta de Amancaes. Muchos fueron a caballo como en épocas antiguas recoger las flores amarillas.
Hacia 1920, ya se había logrado revivir esta tradicional fiesta. Eran los años del gobierno de Leguía cuando la fiesta de San Juan de Amancaes tuvo la asistencia oficial del Presidente.

En 1923, luego de asistir a la fiesta, Leguía le prometió al Alcalde Don Juan Ríos apoyo para impulsar el renacimiento de la festividad.

Se construyeron dos avenidas para evitar la congestión de tráfico: La avenida Choquehuanca y la pista de La Tapada. Se restauró la capilla, se niveló el camino y se limpió de piedras la pampa, incluso se había proyectado construir un canal de agua para regar la pampa, un teatro al aire libre y un restaurante. Como señalaba en el libro “La Lima de Leguía”
“Leguía las aprovechó para imprimir un vigoroso impulso a la música y bailes vernáculos, en proporciones antes desconocidas. Los concursos de música, canto y baile que tenían lugar, anualmente, en las pampas de Amancaes, revistieron, por virtud de este designio, el carácter de verdaderas fiestas nacionales en las que tomaban parte los más caracterizados cultivadores de aquellas expresiones del arte venidos de todas las regiones del Perú. (La Lima de Leguía 1935: 83)
La fiesta de Amancaes de esta manera se convirtió en el lugar perfecto para poder llevar a cabo la representación de la cultura nacional donde se incluyeran elementos de la cultura indígena que fueron exaltados durante el oncenio.
Por esta razón a partir de 1928 entre las presentaciones artístico-musicales se incluyeron algunas danzas indígenas del Perú.

El oncenio había impulsado la figura del indio a través del apoyo a los intelectuales indigenistas y la difusión del arte indígena.

El festival de San Juan de Amancaes se convirtió entonces en un sitio idóneo donde el elemento criollo y vernacular se unirían para siempre.

Durante el oncenio la ciudad de Lima adquirió las características fundamentales que hasta hoy la distinguen. Fue una ciudad que atrajo a una gran cantidad de migrantes de provincias esto empezó a ocasionar problemas como: aumento de tráfico, falta de vivienda y necesidad de servicios sanitarios para atender a esta gran población.

Si la cultura nacional se identifica con elementos como la música criolla, los bailes típicos (como la marinera), el caballo de paso y la gastronomía. En Amancaes podemos encontrar todos estos elementos reunidos.

Amancaes se convirtió así en un reflejo de los cambios sociales y culturales que ocurrían en el Perú a inicios del siglo XX. Ya no era más la fiesta virreinal.

Juan de Ega, cronista de la Revista Mundial mostraba los cambios que habían ocurrido con la fiesta de Amancaes. La cual se había convertido en un simple paseo para la clase alta de Lima. Lo interesante es que este cronista señalaba un gran cambio ocurrido.

“Hoy es un paseo obligado de los que bajo el peso de la costumbre gustan de recordar, sin duda, la clásica fecha. Son grupos aislados de jinetes, pocos, porque el auto ha venido a poner una facilidad y a quitar carácter al paseo a Amancaes, que se dirigen el veinticuatro, o el primer domingo que sigue, a merendar en la pampa. Nunca faltan en ella tiendas de campaña en que vendedores ambulantes, aún luchan por conservar las viejas costumbres criollas. Pero el espíritu, la calidad de los paseantes, ha variado profundamente. Si alguna familia se ve, es de las que acuden por breves instantes, recorren al rápido andar de sus autos un trecho de la pampa, y a tornan a Lima igual que si hubiera dirigido su paseo por cualquier avenida. Ya no es el propósito de ir a merendar a Amancaes, de hacerse el ánimo de pasar un día agradable en el campo, lo que lleva a esos raros paseantes de auto a recorrer por la Alameda de los Bobos, en dirección de Amancaes. Más bien la fiesta se ha refugiado en el pueblo, última entidad en que se suelen refugiar las costumbres que fueron. Y así se sorprenden amables grupos de gentes modestas que, religiosamente, con su merienda al brazo, se encaminan, aún, el veinticuatro de junio a Amancaes, con el propósito de tenderse en la arena de la pampa, despachar la cesta de víveres y volver con los sombreros coronados con las clásicas flores”.


Fiesta de Amancaes (1928) para eso ya había recibido apoyo de Leguía. Se observa la masificación de una antigua celebración (Fuente: La Lima de Leguía, 1935)

La fiesta había sobrevivido en su forma más o menos original gracias a la devoción popular. Esa que había sido despreciada por los criollos de Malambo y Barrios Altos al afirmar que la decadencia de esta festividad era culpa de los indios y sus costumbres que la deformaron.

Estos comentarios solo mostraban la reacción de los limeños antiguos frente a la irrupción de la cultura indígena en un lugar que originalmente representaba para ellos una de sus fiestas más tradicionales.

La inclusión del elemento indígena dentro de la cultura nacional fue oficializada por el Estado peruano al crearse en 1930 el día del Indio. Cómo ha señalado Marty Ames:

"El indio constituyó uno de los puntos de interés y de preocupación de Leguía durante el Oncenio; pero también se convirtió en un instrumento de control político, al constituir la mayoría de la población, y por ende, le garantizaba su permanencia en el poder del Estado”.

En esos años, la música indígena serrana junto a la música costeña se encontraron en Amancaes para formar la música nacional. Sobre esto se ha referido Emilio Bustamante en su estudio sobre la música criolla.

“La canción criolla fue un producto cultural de los sectores populares urbanos de Lima. En ella se fusionaron, adaptados y resemantizados, música y poesía de la elite con aportes culturales propios del pueblo y de la cultura de masas. Fue expresión de múltiples vivencias de los llamados grupos subalternos, entre ellas la experiencia de la modernidad.
 De esta manera la fiesta de Amancaes fue modernizada, al igual como sucedió con el carnaval, como una fiesta donde lo popular era visto como algo atrasado. Si bien, en la prensa del oncenio se ve esta campaña por reformar las costumbres nacionales y modernizarlas, en el comentario de Juan de Ega podemos ver que la modernización de la fiesta de Amancaes era algo muy artificial. Es el alma popular la que le da sentido a esta celebración.

Por eso, a pesar que la fiesta de Amancaes continuó celebrándose hasta la década de 1960 algunos ya la consideraban como fiesta del pueblo, muy deslucida de lo que fue durante la época colonial.

Amancaes hoy
En una plaza de la urbanización el bosque, en el distrito del Rimac, aún existe la Iglesia colonial refaccionada durante el gobierno de Leguía. Actualmente se encuentra en malas condiciones. La pampa de Amancaes ya no existe, ni siquiera las flores cuyo color es símbolo de Lima.

 

Paseo a Amancaes






 


Todavía queda en el recuerdo de algunos esa estupenda celebración de la Fiesta de Amancaes que tenía la ciudad de Lima y que se convirtió en una tradición que duró 400 años, habiendo variado en su forma, estilo y concurrencia a través de los años. Pero lo que no varió fue el lugar donde ésta se llevaba a cabo, que era la Pampa de Amancaes, Abajo el Puente o en lo que hoy se conoce como el Distrito del Rímac.


 
La mayor parte de nosotros no hemos podido disfrutar de esa fiesta tradicional, pero hemos sabido de ella a través de las crónicas y relatos que nos dejaron muchos hombres de letras y también los relatos de nuestros padres y abuelos que pudieron gozar de ese espectáculo que duraba varios días, a mitad del siglo pasado, aunque años atrás duraba hasta tres meses.

El 24 de junio, día de San Juan, marcaba el inicio de las visitas a la Pampa de Amancaes, siendo esa fecha la principal en el calendario de actividades que se realizaba por tal celebración. El motivo de visitar dicha pampa fue, al inicio, el de merendar en una hermosa y agradable área verde, apreciando al mismo tiempo las numerosas flores grandes y amarillas que crecían al pie de las colinas que rodeaban la pampa y que se conocían con el nombre de "amancaes".



Cuentan los cronistas de la colonia que estas visitas a la Pampa de Amancaes empezaron en el año de 1549 cuando don Andrés Cinteros, un adinerado minero, decidió establecerse en Lima fundando una capilla, en donde más adelante se edificó el templo a Santo Tomás, de la cual al termino de algunas ceremonias religiosas especiales, se dirigía con sus invitados, en paseo ecuestre, a merendar a las Pampas de los Amancaes.

Cuando en 1610 se terminó de construir el Puente de Piedra que comunicaba a Lima con Abajo el Puente (Rímac), los paseos a la Pampa de Amancaes tomaron mayor importancia, reforzándose aún más cuando el Virrey Juan de Mendoza y Luna, Marquez de Montesclaros, hizo construir la llamada Alameda Grande, hoy de los Descalzos.

Manuel Zanutelli Rosas en su libro "Canción Criolla: Memoria de lo nuestro", Lima 1999, señala de que Juan Antonio Suardo en su "Diario", escrito entre 1626 y 1639, dice que a la Pampa de Amancaes concurrían hombres y mujeres con meriendas e instrumentos de música, danzas y otros entretenimientos. Zanutelli también menciona que Joseph de Mugaburu cuenta que el Duque de la Palata, Melchor de Navarra y Rocaful, frecuentaba la Alameda, pero a veces distanciaba sus paseos un poco más allá en compañía de su esposa, hacia el lugar conocido después como Pampa de Amancaes, y que los virreyes posteriores a él lo imitaron. En ese paraje había perdices y venados, que incitaban a la caza a los visitantes. Ello fue por los años 1681-1689, pero esas cacerías fueron esporádicas y ahí terminaron, cuenta Aurelio Collantes en su "Documental de la Canción Criolla", Lima 1972.



Paseo a Amancaes

Conforme fue pasando el tiempo, a la Pampa de Amancaes, asistía tanto el señorío aristocrático como la gente del llano. Se podría decir que la fiesta de San Juan o Fiesta de Amancaes vino a ser el primer paso hacia la confraternidad democrática en la ciudad de Lima.

El escritor costumbrista Felipe Pardo y Aliaga escribió una crónica muy alegre al respecto, "El Paseo de Amancaes". Ello fue el 22 de setiembre de 1840 y apareció en el periódico de costumbres "El espejo de mi tierra". Dicha crónica despertó más el interés por las Pampas de Amancaes que visitarlas se convirtió en una especie de rito obligado.

Cuenta la tradición que el Gran Mariscal Ramón Castilla invitó el 24 de junio de 1851 al General argentino don Bartolomé Mitre a las Fiestas de Amancaes y que, por rara coincidencia, ambos jinetes fueron lanzados por sus cabalgaduras; pero ambos volvieron a montarlas y después de lucir por un buen rato sus condiciones de jinetes, dieron inicio a una de esas jaranas inolvidables.

Manuel Ascencio Segura, escritor costumbrista y autor teatral que retrató con ingenio a la sociedad peruana del siglo XIX, dedicó una de sus obras teatrales a la tradicional fiesta limeña, “Lances de Amancaes”, la cual fue estrenada en julio de 1862, pero escrita con anterioridad. En dicha obra, Segura muestra el ingenio criollo, jaranista y pícaro de quienes solían asistir a la Pampa de Amancaes, haciendo bailar la zamacueca y mencionando también el cajón en su obra, por lo que se podría considerar como una referencia histórica de la ya existencia del cajón por esos años.





Manuel Atanasio Fuentes en su libro "Lima. Apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y de costumbres", París 1866 (en francés), 1867 (en castellano), cuenta que las visitas a Amancaes empezaban el 24 de junio y terminaban a finales de septiembre. Fuentes dice: "En la pampa existen varios ranchos o barracas cuyos dueños venden comestibles y licores; allí se encuentran algunos arpistas y guitarristas que improvisaban bailes, no se conoce polkas ni mazurcas sino 'zamacueca'. La 'zamacueca' ha sido el baile nacional más eminentemente popular; hoy que se galopa, la polka y el vals tempestuoso han lanzado de los aristocráticos salones al 'minué', el 'ondú' y a la 'cachucha', bailes favoritos de nuestros padres, la 'zamacueca' se ha visto condenada a aparecer de vez en cuando en las íntimas reuniones de familia, para ejercer únicamente su dominio en casa del obrero, en la de mujer de vida alegre y en las cabañas de Amancaes".

Fuentes añade: "La concurrencia a ese lugar es muy concurrida en cierto día y se compone de individuos de toda clase social. Se puede ir a la pampa a pie, en carruaje o a caballo. Desde el establecimiento de los coches públicos ha desaparecido el balancín pesado, viejo vehículo tirado por dos caballos y manejado por un negro que cabalgaba sobre uno de ellos. (...) Hemos dicho que el baile de Amancaes es la 'zamacueca' a cuyos instrumentos se agrega una especie de tambor, la orquesta para ser baile se compone de arpa y guitarra, pero el ritmo hecho regularmente de un cajón cuyas tablas se desclavan para que el golpe sea más sonoro. Tócase con las manos o con dos pedazos de caña, y es difícil formarse idea de la pericia y oído con que el negro que toca el cajón sigue el compás de la música y anima a los bailarines. Como este instrumento es el alma del conjunto, la plebe ha dado a la 'zamacueca' el nombre de 'polka de cajón'. "

Carlos Prince en su obra "Fiestas Religiosas y Profanas", Lima 1890, dice que "la zamacueca conservando siempre su índole y el genio de su música, ha sufrido varias denominaciones, como por ejemplo: maisito, ecuador, zanguaraña, chilena y últimamente marinera". En otros tiempos de bonanza han habido en Amancaes aficionados tan fanáticos e idólatras de la zamacueca que, de puros cantores, han ofrecido hasta media onza de oro a una de esas bailarinas, por su buena ejecución.




Los muchachos de "
La Palizada" solían asistir a la Fiesta de Amancaes a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Ellos eran todo un espectáculo cuando se dirigían en sus briosos caballos hacia la Pampa donde se amanecían celebrando la fiesta del 24 de junio. Eudocio Carrera Vergara relató una crónica, "Un paseo a la Pampa de Amancaes", divertida, pícara y criolla sobre uno de los tantos paseos a Amancaes de estos muchachos, la cual fue publicada en su libro "La Lima Criolla de 1900", edición corregida y aumentada, Lima 1954.

A mediados de la década de 1920, el presidente Leguía junto al alcalde del Rímac deciden darle una figura más seria a la fiesta con un programa establecido en forma anticipada y la participación del folklore del ande. Ello no le gustó a muchos criollos y la fiesta empezó a decaer. La participación del folklore andino creció más cuando Leguía, mediante decreto supremo dado en la Casa de Gobierno en Lima el 24 de mayo de 1930, declaró "Día del Indio" el 24 de junio de cada año, fecha en que se celebraba los concursos de Música y Bailes Nacionales de Amancaes.

Carlos Saco, Pedro Bocanegra, Fernando Soria, Alejandro Ayarza "Karamanduca" y muchos criollos de renombre fueron visitantes asiduos de la Pampa de Amancaes. Incluso Pedro Espinel, acompañado de Félix Dongo, interpretó dos de sus más recientes éxitos y creaciones en dicha fiesta, el vals "Dos reliquias" y la polka "Bom Bom Coronado". Era el 24 de junio de 1938.




Fernando Oré-Garro cuenta en una de sus crónicas de que la peña grande que existía en la Pampa fue encadenada por Santa Rosa de Lima, para salvar Lima, al confundirla con un volcán. Hasta 1950 la fiesta duraba ocho días. De la peña grande, mencionada anteriormente, colgaba una cadena grande que la tradición oral contaba de que esa cadena fue puesta por Santa Rosa de Lima para sujetarla ya que se decía que impedía que salga una agua que amenazaba con inundar Lima. Incluso, cuenta mi padre, cuando la gente ponía su oído junto a la peña, se podía escuchar un ruido similar al de las olas del mar.

En 1953, la marinera "San Juan de los Amancaes", con letra de Catalina Recavarren y música de Rosa Mercedes Ayarza de Morales, describe el paseo a la Pampa de Amancaes. Los Troveros Criollos grabarían después el vals "Amancaes de ayer" que pertenece a Amador Rivera y en cual se hace una remembranza de lo que había sido la Fiesta de Amancaes con los criollos de renombre en el cancionero popular.

Chabuca Granda, en 1957, le dedicó el vals "José Antonio" a Don José Antonio de Lavalle y García, barranquino y criador de caballos que se interesaba, especialmente, en preservar el Caballo de Paso. En su vals, Chabuca Granda cuenta sobre Don José Antonio y su paseo, a caballo, hacia la Pampa de Amancaes: "Por una vereda viene cabalgando José Antonio, / se vienen desde El Barranco a ver la flor de amancaes; / en un bere-bere criollo va a lo largo del camino / con jipijapa, pañuelo y poncho blanco de lino. / Mientras corre la mañana su recuerdo juguetea / y con alegre retozo el caballo pajarea; / fina garúa de Junio le besa las dos mejillas / y cuatro cascos cantado van camino de Amancaes..."


 
Flor de Amancay
La Fiesta empezó a desaparecer por los 60's debido al crecimiento demográfico de la ciudad y de la Pampa de Amancaes ya no queda nada puesto que ahora está allí la Urbanización El Bosque. El Amancay, flor atractiva que es emblema de la ciudad de Lima, que brota alrededor del 24 de junio para desfallecer tres semanas después, a mediados de julio, ha desaparecido por completo del Rímac y la Pampa de Amancaes queda solamente en el recuerdo de ella que nos dejaron las mejores plumas peruanas, y en la letra de algunas canciones criollas que la mencionan. Felizmente, el Amancay fue salvado y crece en las lomas de Pachacámac, en un área protegida que ha tomado el nombre de "Santuario del Amancay".

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